¿Ya se olvidaron de José? Tú sabes, el que mataron la semana pasada. El que compartimos la foto con la esperanza de que apareciera, para después decir que ayudamos, que hicimos algo detrás de nuestras computadoras y modernos celulares con los que vamos a cambiar el mundo y arreglar Puerto Rico. Después de todo, fuimos el país que encontró a Kony ¿verdad? El pueblo que resolvió la muerte del niño Lorenzo.
¿Por qué nos dolió tanto? Si hace apenas un año llegamos a los mil asesinatos. ¿No estamos de acuerdo que somos un país en guerra? ¿Entonces? ¿Por qué tantas reacciones en las redes sociales? ¿Por qué estoy escribiendo esto si ni siquiera lo conocí? Ah! es que desde que tengo memoria los periódicos, los policías y los “líderes” nos han enseñado que esas muertes son porque “ellos” se matan entre si. Tú sabes, los que están metidos en problemas. Nos enseñaron que las muertes en Puerto Rico eran por “drogas o por faldas”. “Eso fue que se metió con la mujer de otro”, “eso fue porque andaba con malas amistades”, “en malos pasos” y así disculpamos otro numero, otra estadística más para los medios hambrientos de pauta, de ‘ratings’, de titulares que asustan y ediciones vendidas para que sigamos tranquilos, a salvo de los titulares y las estadísticas porque nosotros no tenemos nada que ver con nada de eso.
Pero José, José era uno de nosotros, un trabajador de los que dejan el “cuero pela’o” para echar pa’lante. Del 46%, de los que mantenemos al resto. La última llamada fue para decirle a su esposa que salió tarde de trabajar e iba para allá (su casa). Eso lo hago yo todos los días. José pude ser yo, echando gasolina, comprando comida un viernes de cobro. De uno de esos días que meto más horas de trabajo para cumplir con las cuentas, porque a chancletazos me enseñaron que hay que pagar las deudas y estar al día. Aunque a veces olvido la lección.
Por eso también lo lloramos: porque José, con su gran y honesta sonrisa, somos nosotros, los que tratamos de llevar una vida sin problemas y creemos que con cumplir con la ley, ganar el sueldo y evitar ciertas calles, ciertos barrios, ciertas personas estamos seguros. Nos hemos dado contra la pared, con la horrible realidad de que en nuestro país no estamos seguros. Ninguno. Ni usted que esta leyendo esto ni yo que lo estoy escribiendo. Y mañana me levantaré con terror de abrir la puerta, de montarme en mi carro. De detenerme en la luz roja, del adicto que viene a pedir para la cura aunque me jura que es para comer. De sacar el dinero que tanto sudé de la máquina por la que pago todos los meses al banco que lo guarda.
¿Qué hacemos entonces? ¿Nos mudamos? Cuántas veces no he escuchado a los que ya no viven aquí cuan mejor son sus vidas ahora, sea cierto o no lo escuchamos y ustedes lo saben. ¿Le seguimos dejando el país y sus calles a los que no respetan la vida, a los que no respetan el esfuerzo de otros? La ironía no se me escapa: Un pastor se salvó de ser asaltado porque le cayó a tiros a sus asaltantes pero, días después, un trabajador pacífico murió. ¿Es esa la respuesta? ¿Tendré que dar la razón a los que insisten que todos debemos estar armados? ¿A eso nos dirigimos sin parar? Gritos exigiendo la pena de muerte por un lado, mientras otros se quedan sin voz diciendo que eso no resuelve nada, que eso empeora las cosas.
¡Educación! gritan unos, ¡Mas cárceles! gritan otros. ¿Cuál es la respuesta correcta? Lo siento pero yo no la sé. Pero sí sé de esos países, donde han tenido que cerrar cárceles porque no tienen a quien encerrar, de otro donde la pena máxima es 25 años, sin embargo su tasa de crimen está por el piso. ¿Cuál es el denominador común? Averígüenlo ustedes, ya yo me cansé; de hablar, de explicar.
¿Ya se olvidaron de José? Será cuando la modelo haga una estupidez, o cuando la muñeca diga que tiene una nueva pista, un nuevo video, quizás cuando algún artista caiga preso o se muera o un político tenga otra mala idea –o buena– o será cuando veamos algo de qué hablar y vacilar en nuestras poderosas redes sociales donde encontramos a los que están perdidos y capturamos criminales como los grandes héroes que somos. Puerto Rico. La isla del Encanto.
Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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