Bajado el diapasón de los resultados electorales sería prudente la reflexión tanto de quienes ganaron como de quienes perdieron. Ascender al poder político o descender del mismo debe darse en un marco de reflexión, auto-crítica y responsabilidad. Sin embargo, parece que no importa si subes o bajas el poder ciega, enajena, embriaga, embelesa… Acceder te hace automáticamente “Honorable,” aunque las actitudes asumidas no tengan nada que ver con alguna cosa relacionada a ser honrado. Luego, los chóferes y las lucecitas azules de los carros oficiales, hipnotizan, idiotizan, mágicamente pueden adelantar al tapón, evadir multas de tránsito y la justificación siempre será “el cumplimiento del deber.” Y no se diga, de los aumentos automáticos porque el costo de la vida sube otra vez para estos tan sacrificados servidores públicos.
Ante este panorama en el que parece que solo accediendo a un puesto electivo se superan los números rojos de cada hijo de vecino premiado llegan, se pasean, se pavonean y gozan con el acto performativo del juego de ser “Honorable.”
Ya se sabe que enero de 2013 el país se vestirá de otro color. Color para nada innovador. Color ya vivido. Color hace mucho tiempo atrás soñado. Color sobre todo padecido tanto como el color anterior.
Hace solo una semana que sabemos los resultados electorales y parece que no se aprende la lección. Parece que se les olvida… Algunos de los que acceden ya andan ciegos, embriagados, embelesados. No hay introspección, no hay responsabilidad.
Algunos de los otros, de los que cayeron de un tirón, sin ni siquiera imaginarlo, ni tan siquiera proyectarlo para delinear estrategias que no produjeran caídas estrepitosas no encuentran razones, no pueden articular un motivo, dicen que no fallaron, que saben perder y una habló de un oponente que era prácticamente un fantasma.
Qué pena me da sus (ambos) casos.
Ya no trabaja de bibliotecaria, fue aprendiz de socióloga y piensa en voz alta en la sección de PUERTO RiiCO en QiiBO.com
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