La voz dormida es una de esas películas que después de la reacción inicial se queda en tu mente y te puede llevar a varias conclusiones. En mi caso me llevó a admitir que soy privilegiado. Les explico: cuando terminó el filme, mi primer pensamiento fue “es buena pero algo larga y muy melodramática para mi gusto”. Sin embargo, repasando los eventos por los que pasan sus protagonistas tuve que aceptar que he llevado una existencia privilegiada; ni yo ni nadie importante para mí nunca ha sido apresado injustamente, torturado, humillado, y finalmente asesinado solamente por tener la audacia de pensar distinto a la mayoría [comentarios negativos en mi Facebook o Twitter no cuentan]. Por esa razón se me hace fácil catalogar el sufrimiento en pantalla con un dejo de desespero casi rayando en el cinismo.
Basada en la novela del mismo nombre, La Voz Dormida nos presenta la historia de Pepita [María León], quién es una chica recién llegada a Madrid desde su pequeño pueblo Córdoba para estar cerca de su hermana Hortensia [Inma Cuesta] quién está embarazada y en la prisión por ser comunista. Aunque no es ingenua ni tonta y sabe que tiene que tener cuidado, Pepita aún no ha caído en cuenta completamente del cambio tan drástico que ha tomado su mundo. Es España en 1940. La guerra civil acaba de terminar y el general Franco está ya firme en el poder. En ese entonces, el enemigo público número uno en el mundo entero es el comunismo y España no es la excepción. Además, la iglesia y el estado no solo no están separados sino que a veces parecen ser uno solo. Con la excusa de defender el país de los rojos, los derechos civiles prácticamente han dejado de existir y el simple hecho de haber apoyado el partido comunista es razón suficiente para ser enviado a la cárcel, ser acusado de traición y sentenciado a muerte.
Ese es el caso de Hortensia. Ella sabe que su destino es ser fusilada y su preocupación mayor es la hija que no ha nacido y que su esposo [Javier Godino], también comunista y soldado rebelde contra el gobierno, salga del país. Por esa razón le pide a su hermana Pepita que le ayude a enviar mensajes al grupo clandestino donde se encuentra él. Cuando Pepita acepta, conoce a Paulino [Marc Closet], compañero de lucha de su cuñado y contra todo sentido común se enamora profundamente de él, lo cual la lleva a infiltrarse más de lo quería en las actividades del grupo. Eventualmente la garra del poder impune la alcanza y Pepita descubre, de la peor forma posible, que hasta las mejores intenciones pueden tener consecuencias de horror.
El mayor positivo de La voz dormida es sin ninguna duda la excelentes actuaciones es de María León e Inma Cuesta como Pepita y Hortensia respectivamente. León domina su personaje a la perfección y logra conectar con la audiencia desde el momento que aparece por primera vez en pantalla; nos hace reír cuando quiere y de igual forma nos hace preocuparnos por ella y finalmente llorar, cuando llega el momento más temido en todo el filme. Cuesta, aunque igual de talentosa se ve limitada casi hasta el final de la película debido a que su personaje ya está establecido desde el mismo principio y no se le da espacio para desarrollar. Desde la primera vez que la vemos, sabemos cual será el final de Hortensia.
Aunque el tema es interesante y es un buen filme, La Voz Dormida falla en el ritmo y el desarrollo de su trama se siente excesivamente lento ya que el director incluye escenas que pienso pudo dejar fuera y lo que presentó en dos horas pudo hacerlo en hora y media igual de efectivo. Les advierto que esta es una película bien cargada emocionalmente pues su director Benito Zambrano ni siquiera intenta suavizar las peores partes de su película, tanto en lo que vemos como en lo que escuchamos y aunque tampoco quisiera que lo hiciera, en algunos momentos se ve la costura de su intención de sobrecargar su audiencia con emociones a favor o en contra de los personajes.
Habiendo dicho todo lo anterior, si tienen la oportunidad de ver La Voz Dormida se las recomiendo. No solo por disfrutar del trabajo de León y Cuesta sino porque al igual que me pasó a mí, es importante recordar, o aprender, que después de todo, somos privilegiados. Aún en el peor momento de mi vida no he sido apresado por ser un bocón, ni he sido torturado por criticar al gobierno, y si mi problema más grave es no tener dinero para comprarme un nuevo iPad o pagar el Internet este mes, pues la cosa no es tan mala en mi vida.
Podcastero, comediante, crítico de cine y TV miembro de la Critics Choice Association, crítico certificado en Rotten Tomatoes, y padre de gatos. Una vez cuando niño entré a un cine, y en cierta forma nunca salí.
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