Caras tensas. Las piernas y muslos de senadores nerviosos agitándose con la rapidez de las alas de un picaflor. Rostros desencajados. Risas nerviosas. Ni una sola cara de confianza dentro de la sala. Entonces, como se viene haciendo hace miles de años, en todas partes del mundo y posiblemente en otros planetas, un jurado compuesto por iguales, encontró culpable a un senador puertorriqueño por el delito de soborno. En su caso, aceptar un soborno.
Tras meses, qué digo meses, años, de defender impertérritamente la inocencia y la imagen de Héctor Martínez, su partido y sus colegas simplemente no pudieron digerir la verdad que les estaba dando en la cara. Como cuando una persona descubre que su pareja lo engaña, pero inventa sus propias excusas para justificarlo y así no enfrentar esa realidad; o como cuando fallece alguien, y algún doliente se niega a aceptar la terrible realidad de la partida. Así mismo reaccionó nuestra mayoría parlamentaria, nuestros senadores y senadoras, liderados por su líder, al negarse a aceptar la realidad, y la justicia, según establecida por la (las) constitución (constituciones) a las que una vez le juraron respeto. La misma constitución que divide nuestro gobierno en tres ramas, y otorga a una la libertad para pasar un juicio justo e imparcial sobre las acciones de los ciudadanos. El sistema judicial el cual muchos de esos mismos hoy senadores, una vez usaron como foro para defender a sus entonces clientes, y en el cual celebraron muchas (muchísimas) victorias que solo pudieron darse tras una decisión de jurados de ciudadanos, que igual que los de ayer, no son expertos en la ‘técnica legal’ como argumentó el presidente del senado para justificar su no aceptación del fallo.
Podemos apelar. Se hará justicia. Confiamos en su inocencia. Entonces, les pregunto yo, ¿cómo ellos esperan que un niño al que su padre es arrestado, entienda que su padre cometió un error, y no que ‘el jurado se equivocó porque no es experto en derecho’? Porque entendámonos, los jurados sí que se equivocan. Se han equivocado y se equivocarán. Sin embargo, es el deber del ciudadano, confiar en el sistema y asignar veracidad a las decisiones de nuestras instituciones. Lo contrario es la anarquía total. Nuestros senadores pretenden que continuemos confiando la capacidad de legislar en las manos de un hombre que espera por una sentencia de un tribunal; un hombre que está ahora mismo bajo libertad condicional; un hombre que aceptó un viaje gratis de otro hombre al que solo les unían gestiones gubernamentales oficiales. Esa, es la única realidad.
Entonces qué se hace. Porque mucha gente confía en lo que dice Rivera Schatz. Mucha gente, lamentablemente, hoy piensa que se cometió un error y que Martínez es inocente. Porque lo dicen ellos, porque lo dice él. Y el problema no es solo que ellos busquen ocultar la realidad para no tener que reconocerla, el problema es que buscan usar su posición e influencias, para que todos creamos que su no aceptación de la realidad, es verdaderamente la realidad. Un problema grande.
Y aquí estamos, entre realidades reales, verdades inventadas, y simples mentiras, con un senador convicto, y un senado cegado. Esperemos que el pueblo no se contagie con esa ceguera, y sepa que cuando el río suena, en este caso el ser amigo de Coquito, y ex ayudante de Freddy Valentín siendo el sonido, es porque piedras trae, en este caso piedras siendo corrupción. Ojalá aprendamos (aprendan), de una vez por todas la lección: cuando votamos por alguien, le damos unos recursos y poderes que pueden ser muy fácil traicionados. Nosotros pusimos a los Freddy Valentines, Mislas Aldarondos, Granados Navedos y Héctor Martíneces en la legislatura, es momento de redimirnos y escoger a gente que se lo merezca realmente. Ya basta de pasar vergüenzas.
Escritor y copywriter radicado en San Juan de Puerto Rico. Especialista en nada, práctico en todo. Colaborador en QiiBO y rotros medios del archipiélago. Que viva la fiesta.
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