Una doctora explotó, se cansó de todo y despotricó contra los presentes en una sala de espera de un hospital público. Sí, una de esas salas desde la que tú, yo y miles de compatriotas hemos tuitiado, posteado o texteado sobre lo alto que habla la del lado; o sobre los cojones que tiene la que llegó última y quiere que la atiendan; o sobre la novela que tienen puesta en el televisor y que uno, supuestamente, nunca antes de pisar esa sala infernal había visto. Pues allí mismo, en ese infierno en el que irónicamente se salvan vidas y se inyecta tamiflú a hipocondriacos con monga, una doctora (con todo lo que conlleva ese prefijo) insultó, humilló y, según muchos, les cantó las verdades en la cara a los pacientes allí presentes.
La escena, frecuente para quien frecuente oficinas de gobierno, no se quedó en el archivo interminable de ‘situaciones surreales que ocurren en oficinas de gobierno” sino que, en el 2014, fue grabada por la hábil cámara de un celular cuya dueña se sintió obligada a compartir con el resto del país.
Histeria. Trending Topic. La doctora es una insensible. Pero la entendemos. A cualquiera le pasa. La gente está cabrona.
Entonces, ¿qué fue lo que sucedió? Por un lado, una profesional que está tremendamente mal pagada (como todos), que día a día hace un esfuerzo que supera por mucho el que realiza la mayoría de los pacientes en esa sala, y que lo que recibe a cambio es ingratitud y quejas, llegó al borde en que la tolerancia no es tolerable y lo cobró con los pacientes que allí se encontraban. No aguantó otro desprecio a su esfuerzo, otro más allá del que le expresan con su sueldo y condiciones. La gente que estaba allí no estaba pagando por estar allí, se quejaba, le exigía. Ella no aguantó. Normal que explote, digo yo.
Por otro lado, unos pacientes estaban allí, en esa sala de espera, por quién sabe qué razones. Porque la verdad es que por más que podamos divagar creando imaginarios por los cuales estos pacientes se encontraban allí, y aunque la mayoría esté relacionado a vagos sin nada que hacer chupando de la teta del gobierno, la verdad es que no sabemos. No tenemos idea de quién ni menos de por qué están allí. Quizás había alguno de los muchos artistas, abogados o doctores, recientemente desempleados, que se atendían condiciones previas. O quizás había allí alguna madre de 3 que tuvo que pedir el día libre en la tienda por departamentos en la que trabaja para atender algún mal de alguno de sus hijos. Quién sabe. Nadie sabe.
Pero, aunque nadie sabe y ambos contextos se prestan a la empatía, dos equipos, dos polos, se han formado a raíz de esto. A raíz de esto no, desde antes (piscinas y cupones) se veía venir, pero ahora apareció un paladín para seguir, o un malvado para odiar: la doctora. Al final queda algo así, la clase trabajadora, media y pagataxes, versus la clase baja, vaga mantenida y no pagataxes (presumo que los residentes de caserío tienen un vale que les exime de pagar el IVU, un tax). Somos nosotros contra ellos, o ellos contra nosotros. Póngase usted en el equipo que le parezca, prepare, apunte y dispare.
Esto sucede, no curiosamente, en tiempos en que se debate quién y cómo se va manejar la administración de nuestros recursos energéticos, en que se discute nuestro siempre inacabado status, o en que nuestro gobierno aún busca como saldar las deudas para pagar la nómina de los próximos 6 meses. Justo en ese momento, la batalla entre dos clases sociales que al final del día son muy parecidas pero que, la modernidad y el insularismo han llevado a una polarización social total que los tiene enfrentados y enemistados, es el tema principal; el problema del que se habla.
Fight the real enemy, dice una frase que no traduce tan bonito en castellano. La mala no es la doctora que piensa que la culpa de sus problemas la tienen personas pobres (de economía y de educación), y que descarga sus frustraciones contra ellos; tampoco la tienen los pacientes que exigen que los traten como personas y que, sin saber nada mejor que hacer, repiten las quejas y exigencias que llevan décadas escuchando y que la clase política usa como moneda de cambio. Lo malo, es el sistema que hemos creado, todos juntitos, y que hoy tiene al gobierno y la clase política, principal causante del desmadre, haciendo convenciones en hoteles y sobreviviendo de cuatrienio en cuatrienio, mientras hay una ciudadanía dividida en la que nadie parece pasarla realmente bien, todos parecen tener razones para quejarse, y, lo peor de todo, no hay nadie apuntando hacia los culpables reales.
Hoy en Puerto Rico nos peleamos todos contra todos, y así no gana nadie.
Escritor y copywriter radicado en San Juan de Puerto Rico. Especialista en nada, práctico en todo. Colaborador en QiiBO y rotros medios del archipiélago. Que viva la fiesta.
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